Si existe un nombre en este país y quizás
en el mundo que no necesite de ninguna referencia es sin duda el de Pablo
Escobar Gaviria. El 2 de diciembre de 1993 cayó el capo del cartel de Medellín
y nacía un mito. Desde entonces, la tumba más visitada del cementerio de
Montesacro es la de Pablo Emilio Escobar Gaviria, "el muerto más visitado
de Colombia", un hombre que comenzó alquilando bicicletas y cómics cuando
era niño y terminó poseyendo una fortuna de miles de millones de dólares y un
poder que hizo tambalear los cimientos de una nación. Así, a lo largo de su
historia, Escobar aparece a veces como un guerrero que despertó la admiración
de sectores excluidos que lo consideran un héroe, y otras como un villano que
hizo de la muerte un negocio para someter al Estado y a la sociedad.
Su figura y vida ha tomado
proporciones míticas tanto en nuestro país como a nivel mundial. En los años 80
fue uno de los diez hombres más ricos del mundo según datos de la revista
Forbes. En los 70 un delincuente menor con una única visión: o en sus propias
palabras, convertirse, antes de su muerte, en el narcotraficante más importante
del siglo XX. Pablo Escobar sin duda lo consiguió.
Nacido el 1 de diciembre de 1949 en
la comunidad campesina conocida como El Tablazo, cercana al departamento de
Antioquia. Cursó estudios de bachillerato en una escuela de Medellín donde
distintas versiones indican que se unió a una banda que se dedicaba a robar
lápidas de los cementerios para luego venderlas. De ahí pasó al robo de autos y
muy pronto se vio involucrado en el tráfico de marihuana.
Entre 1970 y 1973, cuando se comenzó
a hablar del ingreso del alcaloide a Medellín procedente de Perú y Bolivia,
Escobar Gaviria ya servía de conexión para el transporte de enervantes y
materia prima para procesar cocaína. Concibió y construyó pistas clandestinas
dentro de sus múltiples propiedades (Hacienda Nápoles entre muchas) por donde
partían y llegaban flotillas de aviones pequeños, piloteados por colombianos,
peruanos, bolivianos o norteamericanos. Segun el escritor y periodista Edgar
Arias Torres autor del famoso libro "Mercaderes de la Muerte" este
fue el marco en el que Pablo Escobar comenzó a amasar, casi dos décadas
después, los miles de millones de dólares de su fortuna.
A principios de la década de los 70,
realizó múltiples obras de beneficio a la comunidad con dinero proveniente de
la droga, lo que le permitió ganarse un gran número de simpatizantes. Del
sicariato como del deporte, Pablo Escobar fue uno de sus mayores
inversionistas, pero no su tutor o patrocinador de raíz. Cierto es que gracias
a las canchas de fútbol que él mismo construyó en los barrios marginados de
Medellín y Envigado fichó a las principales figuras de este género delictivo.
Debido a sus múltiples obras
benéficas consiguió el apoyo popular de grandes sectores marginados que vieron
en el su única alternativa para salir de la agobiante pobreza. Con su apoyo
logró ingresar a la Cámara de Representantes por el nuevo liberalismo.
En 1982 Pablo Escobar Gaviria asistió
a la posesión de Felipe González como presidente del gobierno español. Escobar,
parlamentario colombiano en aquel entonces, fue invitado por el Partido
Socialista Obrero Español a la ceremonia antes descrita, en otro de los hechos
que corroboran su título como el capo de la mafia que mayor trascendencia
política, social, económica, judicial, cultural y hasta deportiva tuvo en el
siglo XX.
Una vez en el mundo de la política,
no tardaron en identificarlo. Pablo Escobar fue expulsado por sus honorables
colegas de partido político, en 1983, (donde aún tras su expulsión mantuvo su
influencia), y pronto comenzó a exterminar a todos los que lo denunciaron
públicamente, (entre ellos el Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla)
siguiendo no sólo su modalidad de acallar testigos, sino que también utilizó
otras plataformas de violencia y corrupción que ya estaban montadas, como las
escuelas de sicarios.
Crecido en un barrio popular que
irónicamente se conoce como La Paz, fue huésped de muchas potencias mundiales
incluyendo Estados Unidos, desde cuyos cuarteles de defensa se montaron
múltiples operativos junto con la policía y el ejército de Colombia para
aniquilarlo.
Acusado del magnicidio de Luis Carlos
Galán Sarmiento, jefe del nuevo liberalismo, Pablo Escobar pareciera ser en ese
instante de nuestra historia el culpable de todas las desgracias en Colombia.
Las autoridades le atribuyen en 1989
el hacer estallar un avión de Avianca en pleno vuelo; 197 personas murieron
inocentemente, con la intención de asesinar al entonces candidato Cesar Gaviria
Trujillo, quien había recibido las banderas del nuevo liberalismo.
En diciembre del mismo año un autobús-bomba
estalla frente al edificio del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS),
sede de la policía secreta, que causó 70 muertes y 500 heridos. Estos
tenebrosos atentados y muchos otros más tendrían entonces una huella
inconfundible a juicio de las autoridades colombianas: Pablo Escobar Gaviria.
Consecuentemente es declarado entonces el enemigo público número 1 de la
nación.
Después de prácticamente acorralar al
país y arrinconar al gobierno entonces presidido por Cesar Gaviria Trujillo,
Pablo Escobar se entrega a la justicia en junio de 1991, con la condición de no
ser extraditado a los Estados Unidos. El mismo provee su propia cárcel llamada
"La Catedral", la cual más que un sitio de detención es catalogada
como un hotel cinco estrellas. Trece meses más tarde al ser Pablo Escobar
notificado por el propio gobierno que será trasladado de prisión emprende su
fuga el 22 de julio de 1992, convirtiéndose en el suceso internacional más
bochornoso que Colombia pueda recordar.
Se desatan múltiples escándalos y
reina la confusión que se riega como pólvora incendiando la dignidad y la
competencia de un gobierno, de un pueblo y de toda una nación. Pablo Escobar
está libre nuevamente y para muchos peor aún, fortalecido.
El gobierno arrinconado y desesperado
crea entonces un cuerpo de élite conformado por 200 efectivos de la Policía y
el Ejército colombianos, apoyados estrechamente por todos los cuerpos estatales
de seguridad de los Estados Unidos.
Entra a operar el Bloque de Búsqueda
liderado por el entonces Ministro de Defensa Rafael Pardo. La cacería no da
tregua hora tras hora, dia a dia y mes a mes. Se realizan cientos de operativos
y rastreos con la tecnología más sofisticada existente pero no logran encontrar
nada diferente al almuerzo caliente del capo en sus mejores aproximaciones.
Colombia en medio de su frustración
no tarda en percibir que la tarea de capturar al Capo iba para largo. País de
contrastes no ve alternativa diferente a tomar dicha cacería con un tímido
humor nervioso. Las columnas en los diarios, los caricaturistas y hasta los
programas humorísticos sacan partido de cada nuevo intento fallido del Bloque
de Búsqueda.
Diez y seis meses después, tras de
una ardua, intensa y sofisticada cacería y sólo protegido por un escolta que
también murió en el operativo intentando cubrir la huida de su
"patrón", Escobar fue localizado gracias al rastreo electrónico de
dos llamadas telefónicas que hizo a su familia en Bogotá.
"A Pablo le quitamos las
fortalezas. Se desvertebró la red de taxistas y de bíper que lo protegía. Se
empezó a diezmar la estructura que él llamaba militar, pero que era una
estructura de delincuentes y sicarios", dice el general Jorge Daniel
Castro Castro, quien comandó el cuerpo Élite que debía lograr la captura o la
muerte de Escobar.
Las autoridades dieron de baja en
enfrentamientos a algunos de sus hombres fieles. El Palomo, Tyson y Chopo,
murieron, y otros hombres denominados por las autoridades como
"importantísimos" en el cartel, fueron capturados. "Poco a poco
esas medidas permitieron que él se fuera quedando solo y comenzara a
desesperarse", comenta el general Castro.
Las autoridades impidieron además la
salida de sus hijos hacia el exterior, aunque contaban con visas legales
expedidas por la embajada estadounidense. La estrategia de acosarlo y agotarlo
fue para la policía el medio para aniquilarlo.
Sus perseguidores localizaron el
lugar de origen de las llamadas y encontraron en la vivienda prácticamente
indefenso al otrora jefe de un ejército de pistoleros que obedecían ciegamente
sus órdenes.
Aunque Escobar opuso resistencia
disparando al mismo tiempo dos pistolas mientras trataba de escapar por el
tejado de la casa en la que se había ocultado tiempo atrás, no logró eludir el
fuego de la fuerza élite y su robusto cuerpo se desplomó con el rostro cubierto
de sangre.
Aquel 2 de diciembre de 1993 será
recordado por el mundo como el día en que murió el gran capo. Tras su muerte,
considerada por Estados Unidos como un éxito, muchos respiraron con más paz,
pues sabían que Colombia jamás podría permitir que otro hombre adquiriera el
poder y manejara la perversidad que manejó Pablo, quien no parecía distinguir
entre el bien y el mal, como lo dijo un escritor.
Su muerte no sólo fue celebrada en el
lugar por sus verdugos que con expresiones de satisfacción posaron para las
fotografías junto al cadáver como si fuera un trofeo: también lo fue por los
colombianos en general, encabezados por el presidente de la República, César
Gaviria, ex-secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El júbilo también llegó hasta
Washington, que a través de la embajada de Estados Unidos en Bogotá calificó la
muerte de Escobar como un "éxito".
En efecto, con Escobar desaparecía el
cerebro de la campaña más sangrienta de terrorismo indiscriminado que haya
azotado a este país, de por sí habituado a convivir desde hace décadas con un
estado permanente de violencia derivado del enfrentamiento armado de las
guerrillas izquierdistas contra el Estado.
También quedó el mito. Algunos
habitantes de los sectores nororientales de Medellín afirman que el Patrón aún
se pasea por las calles, como un ciudadano común, un nuevo narco de bajo
perfil.
Escobar, quien durante su vida emuló
al histórico jefe mafioso estadounidense 'Al Capone', había sentenciado su
propia suerte: "prefiero una tumba en Colombia a una celda en Estados
Unidos", lema con el que justificó su guerra contra la extradición a ese
país.
Sobre las tejas de barro rojo
abrasadas por el sol primaveral que la tarde del jueves 2 de diciembre de 1993
brillaba sobre Medellín (noroeste) quedó tendido el cuerpo inerte de un
ciudadano colombiano llamado Pablo Escobar Gaviria ('el patrón', 'el rey', 'el
benefactor', 'el capo', 'el criminal', 'el mito', ) pero más que eso, quedó
tendido un testimonio de lo que una nación puede llegar a experimentar cuando
el poder del narcotráfico ciega la conciencia de los hombres.
Al momento de su muerte, la revista
Semana de Bogotá describía así la huella que marcaba en la historia de
Colombia:
"No dejó gobernar a tres
presidentes. Transformó el lenguaje, la cultura, la fisonomía y la economía de
Medellín y del país. Antes de Pablo Escobar los colombianos desconocían la
palabra sicario. Antes de Pablo Escobar Medellín era considerada un paraíso.
Antes de Pablo Escobar, el mundo conocía a Colombia como la Tierra del Café. Y
antes de Pablo Escobar, nadie pensaba que en Colombia pudiera explotar una
bomba en un supermercado o en un avión en vuelo. Por cuenta de Pablo Escobar
hay carros blindados en Colombia y las necesidades de seguridad modificaron la
arquitectura. Por cuenta de él se cambió el sistema judicial, se replanteó la
política penitenciaria y hasta el diseño de las prisiones, y se transformaron
las Fuerzas Armadas. Pablo Escobar descubrió, más que ningún antecesor, que la muerte
puede ser el mayor instrumento de poder."